jueves, 12 de junio de 2014

TENÍAN VEINTIPICO Y NO TENÍAN NI HORA NI RELOJ



[Filosof(e)idades por estos cuatro años]

Pongamos una excusa. Pongámonos una excusa para poder abrir esta página.
Perdamos el tiempo.

En efecto, algo se termina, algo está terminando, algo terminará. Pero se empeñan en que entendamos que estamos en un momento-“bisagra”, donde nuestro cuerpo debe doblarse entre dos espacios diferentes. Que se necesita esta torsión para continuarse, para que no quede nada rechazado. Nada más repulsivo. Si algo se termina, pues que se termine. Creo que lo mejor que podemos hacer es “dejar hacer”, que el tiempo se pierda -al menos por una vez. Este dejar hacer, entonces, lo podríamos convertir en un HACER TIEMPO. Hagamos tiempo. Hagámonos tiempo.

Toda bisagra, ya lo decía Zambrano, requiere una confesión. Requiere de un detrimento público por los errores pasados y el compromiso de las nuevas responsabilidades. Así, Agustín sería la bisagra entre filosofía griega y cristianismo: el cuerpo que se tuerce entre las dos visiones. Sería la escritura de lo que se va y la escritura de lo que aún no ha llegado. Sería un ejercicio que iría de la asimetría a la simetría, pasando por la carne, por ponerle un precio a la carne. No hace falta decir que estoy totalmente opuesto a la buena de María. Nunca he sentido mi cuerpo tan rígido, tan mal acomodado, un tan cuerpo incómodo. Es incómodo, mucho, porque no deja -a pesar de las insistencias- de notar que algo llega a su fin y que no hay “otro tiempo” que asumir. Como decía Derrida, en el Renacimiento el humanismo conquistó el tiempo monástico. Convirtió un tiempo sagrado, regido al son de las campanas, en un tiempo vendible. Podía partirse y venderse, usarse. Por eso no se podía “perder el tiempo”, no se podía dejar pasar ni un momento. Pues bien, ante este “fin” (fin sin objetivos) me gustaría, ya no una excusa, sino una propuesta: HACER TIEMPO.

La dinámica de la confesión sólo puede resultar desalentadora, un ejercicio de épica en un mundo sin ética. Y no sólo desalentadora, sino profundamente inservible. ¿Qué, pues. íbamos a confesar? ¿Cómo lo íbamos a hacer? ¿Ante quién? No es por la cuestión de los errores, sino por la cuestión de las responsabilidades. Es decir, la bisagra opera así: exponer (se hace figura y/o gesto del adentro) los fracasos -las partidas sin llegadas-, implica asumirlo, definirlo y echarlo fuera, expulsarlo afuera, sin embargo no para el vaciamiento, la epojé, el éx-tasis, sino para adquirir otra, suplantar, hacer doblez hacia la unidad, suturar las heridas. No es un nuevo comienzo tampoco, pues no es posible un tiempo nuevo sin un tiempo viejo. El problema es que el tiempo mismo no parece continuarse y se necesita de nuestra temporalidad: el cuerpo. El problema es, entonces, que tiempo y cuerpo, en esta operación específica, nacen enfrentados en algo tan básico como el sufrir. El cuerpo sufre cuando se le exige que el tiempo pase por él, y el tiempo sufre cuando no hay cuerpos donde transcurrir.

El problema más que nunca es el de “hacer tiempo”. Cambiar la retórica humanista de la historia. Hacer tiempo porque el tiempo, el de la temporalidad de los cuerpos, nos pertenece. Nos pertenece el tiempo. ¿Y qué parece el tiempo de los cuerpos? “Un diseminarse”, un esparcirse, un “no volver al Padre” (Lacan). El tiempo no puede seguir siendo, y vuelvo a decir NO, lo que (se) impone a los cuerpos. Y tampoco su inversión: los cuerpos que imponen al tiempo. Sería como una doble alienación, se entiende. Pues...¿cómo va a imponerse tiempo al tiempo, y más teniendo en cuenta que los cuerpos ya hacen tiempo -sin ayuda ni venganza de nadie? Exacto. Si YA hacemos tiempo, el tiempo YA nos pertenece.

Entonces que no nos vengan con nuevas responsabilidades. Nuevas figuras de lo que necesariamente hay que asumir. Ganados nuestros cuerpos que no vengan a joder con el futuro. Pongamos excusas: nos duele. Y el dolor no necesita ninguna confesión. El dolor no necesita expresión, ni representación. Ni idea ni materia. El dolor que inquieta y que incomoda, un cuerpo que siente la pérdida, que le otorga una condición: el presente. El presente es la condición del dolor (y no la presencia en la que el tiempo parece transcurrir). A saber, algo tan simple como esto: no hacer del presente un preludio del futuro. Creo que sabréis comprenderme. No podemos seguir sosteniendo el cuerpo en un tiempo que no puede ocupar, okupar. Y en realidad este es uno de los gestos (filosóficos y políticos) más necesarios: okupar el tiempo.

Espero que sepáis entenderme. Pongámonos una excusa ante el futuro, el futuro que paradójicamente parece el de nuestrxs abuelxs (es uno de los riesgos: si el tiempo nos pasa parece normal que lo que nuestrxs abuelxs soñaron aún esté por conseguir -en el caso de que pudieran soñar algo). “Hagamo(no)s tiempo”. No sólo pasarlo o que nos pase, sino que “hacer tiempo” es comprometerse con él, y por ende, comprometerse con nuestros cuerpos. El presente (y no el futuro) es lo que necesitamos...ahora.


[Con Adri y Marta,
y Jose y Pedro,
y César, Josep,
y Paula, y Manu, Ainoa.
María y Victor y Saúl
y
...]

Q.

lunes, 2 de junio de 2014

un poema para hoy

YoNoAbdico

_ bajo mi sábanas todavía enmudecen los periódicos,
germinan, marchitan pero no desaparecen:
(esta es) La Nueva Transición. _ encima he dejado una fotografía
de tu ventana; como todos los días,
me he colocado la mochila
he cogido las llaves
he cerrado la puerta
_ y es que

nada ocurrió entonces
aunque

me apetecía
mucho.

[“oligarquía hoy más que todo/ náufraga que quiere hundir el barco/ depósito recargado de mierda del avión/ imperial/ y amenaza tormenta”. R. Dalton]

martes, 11 de febrero de 2014

Carta a Julia


Cuando ya no nos sirva de nada eso de
“cambiar el mundo”
-y nos insisten con tanto empeño
respecto a la imposibilidad de ello,
que quizás
deberíamos sospechar
por contra
que es más fácil de lo que creemos-
entonces,
piensa Julia
que tú eres el mundo

Entonces te digo
que queda un reducto
un lugar impreciso entre la playa de Xeraco
y Gandía
a mitad camino
pero -siendo honestas-
algo más cerca de Xeraco
(en este punto del poema
puedes reírte)

Te diré
que tus ojos siguen cautivándome.
Será que los descubrí
poco antes del crak,
por entonces se llamaba “recesión”
¿te acuerdas?
Y ¿te acuerdas de que aquel año 2008
depositábamos nuestras esperanzas
en la victoria del PSOE?
¿aun te sorprende que te diga
que has cambiado?
¿recuerdas que Julia
nos comentaba que se nos venía encima
una muy gorda?
No entendíamos muy bien
-aunque tú más que yo-
y seguimos sin entender demasiado
o incluso menos

Hemos estado dedicando el tiempo a disolvernos,
a tantear sin rumbo fijo
y con angustia
nuestras posibilidades de futuro.
Más allá de todo eso,
o pateando con alegría “todo eso”,
y con una calma parecida
a tomarme un café contigo,
te digo:
conservamos el cariño,
estamos perdiéndonos
-no la una a la otra, sino
perdiéndonos
sin dejar de dar la cara-
somos invencibles
porque solo queríamos bailar
y no
lo hemos olvidado


J.

viernes, 29 de noviembre de 2013

DE CÓMO LADRAR A CONSTRUIR UN EDIFICIO

A Ximo

¿Si mis palabras
se tuercen
                 -mi         pensar también?


¿Un viaje o una misión?


Las clases obreras no se preocupaban
por la dignidad

sino por 
                   la supervivencia.



Un elogio a las preguntas



Entonces,


¿para qué comer?

Q
Nov. 29-2013

viernes, 15 de noviembre de 2013

PEQUEÑA HABITACIÓN INVERTIDA


“Pero el amor, esa palabra...”
Julio Cortázar

Clarea; aún no, un poco
más tarde; al despertar,
un animal encendido;
tejer y destejer
la sábana todos los días;
pared,
               milímetros,
                                      apenas

quise guardar un incendio.

martes, 5 de noviembre de 2013

THE WOLVES


“(Los libros nos recuerdan constantemente
el generoso comportamiento de los lobos
que no matan al enemigo derrotado)”
Hanna Arendt


Gracias, Josep.


El teclado, las uñas, lo que
puedas compartir; el peligro,
la tostadora, mis ingles; el perímetro,
el terremoto, el aullido; la geografía
del gemido, pan, pan; perdido,
sometido, líquido; las botellas
sin hueco, los ladridos enfermos,
la maleza; venir aquí, todavía aquí; al fondo
de la llanura;
el héroe hacia la nada, pero el héroe; cuando
duele, cuando sangra, cuando llora;
todavía aquí, siempre aquí; las vocales,
las linternas, las pestañas; la suavidad,
el otoño, y lo que queda del tiempo;
triturar el sueño, calentar el alba; añadir,
reponer; quitar; el destino, la boca,
difíciles; el nervio hacia el fin,
las palabras torcidas, mañana triunfaremos;
el cuerpo tendido, añorar la tierra; volver,
estar, amor; ni la tormenta podrá;
he llegado a mi estómago con dientes húmedos;
dormir para despertarse; la música;
una canción que es grito, que es ternura
que se hunde sin nombre;
los pactos cuando temblábamos,
el oxígeno cuando asfixia; perseguidos;
si son las persianas, las ventanas, o el mundo;
el mar decide, el mar exige:
“deja que entre la Naturaleza”; como Juan
Gelman
el amor es lo que me hace ir

contra la muerte.


Q.

jueves, 31 de octubre de 2013

RE-POLITIZAR LA DIGNIDAD



“Ojos que no ven, corazón que no siente”1 así dice el dicho popular. Pero no sé si es del todo cierto. Cuando tenemos al alcance todos los medios de información como los actuales, si seguimos el refrán, tendríamos que habernos levantado en pie de guerra hace ya mucho tiempo. La cultura mediática ha modificado la frase y, de paso, también las estructuras cognitivas con las cuales percibimos la realidad. De alguna manera, para hacer frente al proceso de reestructuración capitalista -cuyo problema real es “la desvalorización de los seres humanos en el marco general de la desvalorización del capital”2- deberíamos invertir (en filosofía puede llamarse “trans-valorización” o “trans-mutación”) el orden del dicho: “Corazón que no siente, ojos que no ven”.

La dignidad ha sido el adalid de todo el supuesto “progreso” moral e histórico de la humanidad. Todo se traducía en ello: los procesos económicos, la ciencia, la técnica, la “paz mundial”... cristalizándose discursivamente en la redacción de los Derechos Humanos. Pero también hay que advertir las operaciones que han impreso en el imaginario colectivo europeo (y occidental, por qué no decirlo) un cierto sentido específico de esta supuesta culminación del progreso de la especie humana. En concreto, y de manera resumida, lo que trato de decir es que deberíamos emitir la hipótesis de que, en cierta manera, a pesar de los “honestos objetivos universales” que tenían, se han conducido hacia la pasivización de la acción política, y más singularmente, a partir de la “crisis” estructural del sistema, que en el Estado español se hace oficial a partir del segundo semestre del año 2008.

Uno de los problemas de la “universalidad” es que si bien se pretende en teoría como una relación global entre los seres humanos como tales, en la realidad, en la materia, opera como un “distanciamiento”; lo cual supone una tendencia a la despreocupación e, incluso, el extrañamiento. Cuando nos vemos universales, nos vemos muy grandes, pero muy poco compactos, pues nos enseñan a concebir unas relaciones exteriores que te ponen en contacto con todas las personas del planeta. Esto, acentuado con la globalización, nos educa en el saber, pero no en el compromiso. Supongo que, hace un siglo (o un par), el trabajador que saliera de su jornada laboral y viera a sus vecinos en unas condiciones de vida con las cuales se sentía identificado, sintiera cómo su corazón se resentía, se conmocionaba y compartía el dolor. De hecho, el internacionalismo (bandera de muchas opciones políticas) partía de esta experiencia concreta: de las circunstancias de vida, y el sufrimiento concreto y local, que se proyectaba y ponía en conexión a todas las explotadas, independientemente del lugar geográfico que ocuparan en el mundo. Los ojos veían, y sentían.
Pero ahora sucede una cosa bien distinta. Ahora hace falta “re-politizar la dignidad”, es decir, volver a replantear una resistencia global al capitalismo (ahora que parece que la manida frase de “socialismo o barbarie”, se ha convertido en “capitalismo o barbarie”) desde las nuevas condiciones de existencia en las que vivimos. Un replantear que es, en realidad, transformar las perspectivas de lucha mediante la recuperación de ese sentimiento al que la pérdida de dignidad nos emplazaba. El corazón ahora, tiene que volver a aprender a sentir. Ahora viajamos en metro, nos sentamos en frente de ordenadores, nos dedicamos a escuchar las noticias... y sólo vemos y vemos cómo se reproduce el espectáculo. Apagamos la pantalla de plasma y se acabó. Eso se llama, en términos absolutos, pasividad. Confiamos en que los tribunales hagan justicia en el mundo entero.


Pero esto no pasa de ser más que una “justicia poética”: ya hemos luchado por la dignidad y ahora que la hemos conseguido, no nos esforzamos por mantenerla. Pero no es ésa la cuestión, sino que, precisamente, no ha habido una justicia histórica. Y que al final, ninguna de esas supuestas victorias que vemos en los derechos universales es real; en cambio, es real que los problemas que presuntamente motivaron la redacción, siguen en la misma situación o se han agravado. El corazón va perdiendo los latidos.


Nos han quitado, como todo lo demás, todo el poder del dolor, que sólo es tal en la medida en que se siente compartido. Nos falta calle, nos falta silencio y pronto nos cobrarán por respirar “para que todo el mundo pueda hacerlo”. Nos vigilan y consumimos. La respuesta por tanto, que yo creo que debe traducirse hacia el marco del compromiso personal (que no es lo mismo que individual) es que, en la medida en que aprendamos a acercarnos y sentir -porque de otro modo es imposible-, descubriremos y veremos, entonces, qué sucede. Y esta visión será una mirada muy intensa, con unas pupilas muy vivas, esta vez sí “con el corazón en el puño”. Este “re-politizar” la dignidad consiste en eso, en tratar de recuperar nuestro “poder”, que con Hanna Arendt puede entenderse como ese grupo de potencias que se reúnen para hacer y actuar, para la acción, para vivir juntas (la política). Creo que sólo entonces nuestro poder tendrá fuerza, cuando sea capaz de saber que la pasividad consiste en no sentir, verdadera y realmente, el dolor de las demás y que sin eso es imposible plantar cara..

...cuando la dignidad se convierte en estar juntas para no sufrir más.


Q.


1Inquietud e idea surgida de un curso de Teatro de la Escucha, coordinado por Moisés Mato.

2Etcétera (colectivo). El actual estado del malestar. Consideraciones y anotaciones sobre la crisis. Febrero 2013. Barcelona.