"El suelo que ves, son mis pies"
K. Romero
Por una vez,
los
habitantes dibujaban sobre mi rostro
las coordenadas de un tiempo.
Y por aquél entonces también las ancianas
recorrían las uñas.
Bordando fielmente sus cuerpos sin uso
sobre los escaparates de las grandes avenidas
explotando en un
baile sin espejos.
El agua se perdía en el esófago
se perdía en los edificios en
las palabras de los mitines sindicales; por
aquellos días
hilados en las uñas de los parques,
en las heridas de los bolsillos agitaban
las banderas su última batida. En las calles
de la ciudad,
los perros y las cabinas
telefónicas.
El nombre de una promesa concluida.
“Fabricar los Instrumentos de la Muerte”
La jornada laboral/ “el enemigo está en las
letras del pop”.
Los índices hipotecarios en las salas de
discoteca.
El Éxtasis.
Y cantando los civiles
han entrado en tu
casa han instalado
aire acondicionado y
van a encender
el gas. Poco
a
Poco.
El presagio de un amor prohibido:
“Una
Humedad es la Vida” (Leopoldo María Panero)
Y las bombillas de bajo consumo
troceadas sobre el colchón.
Como un Amor Prohibido.
Y
todos se levantaron y cumplieron con su destino.
La Tierra se abría
con las máquinas excavadoras.
Huelgas en las cuencas mineras: el carbón
que engendra el fuego
que engendra
el fuego de la rebelión/ sólo se me
ocurren tus ojos.
Las manos del abismo.
El temblor de una promesa,
abierta sobre los límites del futuro:
Pelear era como un Baile (Servando Rocha)
Un solo poder decir
solamente y nada más
que un viaje.
La música de nuestras huellas.
q.
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