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No se engañen nuestros marqueses. Perdonen el tono idealista si pronuncio la palabra liberación, pero aquí hablamos en estos términos, porque al final llega un momento en el que se acaba la paciencia. La doctrina de la limosna funciona muy bien con “el que pide”, pues con suerte llega a comer, pero lo cierto es que “el que da” se conoce todos los trucos. Quizá podríamos arraigar en este eje de discusión a los sindicatos mayoritarios, y para hablar con propiedad, que aquí esto se lleva mucho, UGT y CCOO (y siendo demasiado benevolentes con otros tantos a los que no menciono). Y no porque, precisamente, elijan conscientemente el bando primero, sino porque estructuralmente se sitúan mucho más cerca del segundo; o mejor dicho, son los carteros del segundo. Su principal actitud es la de asumir, tragar, digerir. Cuando lo que hace falta es vomitar. No voy a declarar las mismas estupideces que arguyen los burgueses (molesta la palabreja, ¿verdad?), de si los sindicatos no hacen más que chupar del bote del Estado, aunque efectivamente lo hagan. Después de todo, como sucede en toda buena empresa (y no como órgano sino como cometido también) el que manda es el que sabe dónde van a parar los millones de subvenciones: a su bolsillo después de todo. Tampoco voy a abaratar la crítica, con aquello de “son esclavos de los partidos”, aunque lo sean. Y no voy a hacerlo porque seguro que queda gente buena dentro de esos espacios, habrá de todo como en botica, como dice mi abuela. De todas formas, nada se puede esperar de la burocracia, aunque sí que se pueden esperar cosas de las personas, al menos es lo último que nos queda, y lo último por lo que seguimos al pie del cañón. El Gobierno dicta la Reforma Laboral, los sindicatos se rebotan: no han contado con ellos, evidentemente. Su enfado no es, después de todo, el hecho de que los trabajadores retrocedan unos cuantos siglos en sus derechos laborales y sociales, sino que los legisladores del Estado no se han sentado a “comunicar” su proyecto con los supuestos “representantes de los trabajadores”. Y se sienten ofendidos de verdad, como si hubiesen sido traicionados. Esto es de locos, más o menos como cuando las –también supuestas- clases medias entran en histeria (pasiva, claro) porque les suben los impuestos. ¡No nos avisaron, eso no lo dijeron! Es absurdo pretender que “el que da” no se va a gastar el dinero en la tienda que hay al lado “del que pide” ¿se me entiende, no?. Pues bien, los sindicatos parecen tener un estómago sin precedentes: su máxima es la mesa de negociación, los convenios colectivos, el diálogo... ¡Perdonen ustedes, humildes caballeros! ¿Se dan cuenta de qué están hablando? Se van a sentar a tomarse una cerveza (de importación) con un traje lleno de billetes, y que pretende gobernar el Estado con dos premisas inamovibles: la violencia física y la violencia estructural. Así que díganme con quién hablan y les diré quiénes son. Díganme por qué actúan y les diré de quién dependen. NO voy a ser yo el que enarbole la bandera de la Dignidad Humana (joder, pero qué grande queda esa palabra) pero al menos tengan un mínimo de decencia, queridos; si luchar por la Dignidad del Trabajador es convocar una Huelga General por la nueva Reforma Laboral…apaga y vámonos. Parece que les hace faltan motivos puntuales, cuando lo cierto es que sobran los motivos existenciales. Ustedes lo que quieren es seguir teniendo el asiento mullido y unos cuantos eurillos sueltos en el bolsillo (a lo proletario) por sí, después de renunciar a una corbata (pues daña la imagen del movimiento, aunque eso sí, es muy bonita) puede dejar caer algunos céntimos en alguna palma abierta con carteles de cartón. Limosna, limosna, ustedes nunca romperían los puestos de los mercaderes, pues allí han situado su mesa informativa. Diálogo y limosna, y dice Manu Chao en una de sus canciones algo así como, cuando el hambre viene el hombre se va, por lo que ya pueden decidir si se quedan o si se van, pero por favor no sigan remitiéndonos tanta publicidad, ni tantos cuentos sobre la lucha social cuando lo que ustedes tienen son peleas de patios de colegio. A eso se le llama manipular, sinceramente. Una regañina entre vecinos, un desacuerdo sobre quién paga la comida. Y lo mejor de todo son las postales tan preciosas que dejan sus apariciones públicas: ¡pero qué gente tan decidida a salir guapa por la tele! Como por ejemplo en Madrid, en las marchas mineras, cuando la policía hostigaba y acosaba a los manifestantes solidarios por la causa, ustedes (Toxo y Méndez), daban un mitin a unos cuantos metros. ¿Qué ocurre? ¿En ese momento no tenían suelto en los bolsillos? Es surrealista, puro espectáculo. Lo que quiero decir es que si les importa más bien un bledo el asunto, díganlo, díganlo por lo menos, aunque eso signifique su ruina. Al menos podrán morir con la conciencia tranquila, emperadores del ateísmo, revolucionarios de micrófono. Ustedes no saben lo que es pedir dinero en la calle, ni yo tampoco como muchas personas, pero al menos, algo más cerca de la solidaridad, no pretendo (es una cuestión de actitud) que me adulen las masas, y que me paguen los ricos, al mismo tiempo. Ya no nos sirven sus palabras de apoyo. Desde el cariño, ya no sirven.
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