jueves, 4 de octubre de 2012

DOÑA, DOÑA...


Doña, el espacio de reflexión se reduce, actualmente, a los márgenes establecidos. Los estudiantes no reciben una posibilidad de desarrollar un pensamiento crítico (abierto, con capacidad de expandirse, esto es, ir un poco más allá de ésos márgenes). En Filosofía Política la oficialidad dictamina que, con riesgo de que te miren como un fantasma que recorre Europa o como un anarquista caótica (Doña, hay que cuidar el lenguaje chicos), hay que conjugar tres dimensiones de Justicia (dike, por cierto) en los Sistemas de Ordenación Social, que se encargan de distribuir la Justicia misma: la virtud (enfoque aristocrático), la riqueza (enfoque oligárquico) y la libertad (enfoque democrático). Doña, voy a dejar de hablarle de “usted”. Todo lo que hay que pensar en las aulas, Doña, es cómo paliar la ferocidad de los oligarcas ¿sí? Ningún nadie propone ya que la riqueza -por dios y los siete infiernos- puede (o debe, como tanto le gusta a la Ética) abolirse. ¿Tan trágico sería, Doña? La educación prepara los marcos teóricos sobre los que habrá que desarrollar el nuevo pensamiento. ¿El nuevo pensamiento? La hipocresía de que los estudiantes serán los que levantarán el país, con ideas innovadoras, proyectando un futuro donde todos, absolutamente todos, seremos ricos y viviremos bien (hipocresía, digo). En el metro de Madrid, en los anuncios publicitarios, Doña, más de la mitad de los estudiantes estatales buscan ganar mucho dinero y vivir muy tranquilos (seguro que un tercio de los que restan no contestaron a la encuesta, y lo que queda están siendo aporreados por la policía); ellas tienen a sus ídolos en cantantes, y ellos en futbolistas, generalmente. Doña, ¿de verdad me quiere decir, usted, que hay que conjugar la virtud, la riqueza y la libertad? Mire a su alrededor, baje a la calle. Doña, voy a dejar de hablarle de “usted”, no le consiento todo esto, no está justificado, qué quiere de nosotrxs. ¿De verdad cree usted, Doña, que aún puede salvarse todo el mundo a esta catástrofe social? La riqueza lleva implícita la marginalidad; los occidentales somos muy ostentosos con nuestras teorías filosófico-políticas, total somos los que movemos el “cotarro”. ¡Chicos lo importante es la dike! ¡la dike y nada de botellón! Doña, voy a dejar de llamarle de “usted” hasta que no ponga un poco de locura en las aulas, hasta que elimine esa virtud suya para que la riqueza parezca hermana de la libertad. ¡Sino todo sería un caos chicos! El Estado tiene que decidir a quién da la flauta: al que la construye (malditos libertarios), al que sabe tocarla (maldito Epicuro) o al que no puede comprarla (malditos comunistas). El Estado asegura la imparcialidad -seguro-. Pero Doña, ¿no es el Estado quién genera la situación? ¿por qué no deciden entre ellos quién debe quedársela? ¿no la pueden compartir, Doña? A eso me refiero. La clase terminó por hoy.


Quique Martín

04-10-2012

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