Doña,
el espacio de reflexión se reduce, actualmente, a los márgenes
establecidos. Los estudiantes no reciben una posibilidad de
desarrollar un pensamiento crítico (abierto, con capacidad de
expandirse, esto es, ir un poco más allá de ésos márgenes). En
Filosofía Política la oficialidad dictamina que, con riesgo de que
te miren como un fantasma que recorre Europa o como un anarquista
caótica (Doña, hay
que cuidar el lenguaje chicos), hay que conjugar tres dimensiones de
Justicia (dike, por
cierto) en los Sistemas de Ordenación Social, que se encargan de
distribuir la Justicia misma: la virtud (enfoque aristocrático), la
riqueza (enfoque oligárquico) y la libertad (enfoque democrático).
Doña, voy a dejar de
hablarle de “usted”. Todo lo que hay que pensar en las aulas,
Doña, es cómo paliar
la ferocidad de los oligarcas ¿sí? Ningún nadie propone ya que la
riqueza -por dios y los siete infiernos- puede (o debe, como tanto le
gusta a la Ética) abolirse. ¿Tan trágico sería, Doña?
La educación prepara los marcos teóricos sobre los que habrá que
desarrollar el nuevo pensamiento. ¿El nuevo pensamiento? La
hipocresía de que los estudiantes serán los que levantarán el
país, con ideas innovadoras, proyectando un futuro donde todos,
absolutamente todos, seremos ricos y viviremos bien (hipocresía,
digo). En el metro de Madrid, en los anuncios publicitarios, Doña,
más de la mitad de los estudiantes estatales buscan ganar mucho
dinero y vivir muy tranquilos (seguro que un tercio de los que restan
no contestaron a la encuesta, y lo que queda están siendo aporreados
por la policía); ellas tienen a sus ídolos en cantantes, y ellos en
futbolistas, generalmente. Doña,
¿de verdad me quiere decir, usted, que hay que conjugar la virtud,
la riqueza y la libertad? Mire a su alrededor, baje a la calle. Doña,
voy a dejar de hablarle de “usted”, no le consiento todo esto, no
está justificado, qué quiere de nosotrxs. ¿De verdad cree usted,
Doña,
que aún puede salvarse todo el mundo a esta catástrofe social? La
riqueza lleva implícita la marginalidad; los occidentales somos muy
ostentosos con nuestras teorías filosófico-políticas, total somos
los que movemos el “cotarro”. ¡Chicos lo importante es la
dike!
¡la dike
y nada de botellón! Doña,
voy a dejar de llamarle de “usted” hasta que no ponga un poco de
locura en las aulas, hasta que elimine esa virtud suya para que la
riqueza parezca hermana de la libertad. ¡Sino todo sería un caos
chicos! El Estado tiene que decidir a quién da la flauta: al que la
construye (malditos libertarios), al que sabe tocarla (maldito
Epicuro) o al que no puede comprarla (malditos comunistas). El Estado
asegura la imparcialidad -seguro-. Pero Doña,
¿no es el Estado quién genera la situación? ¿por qué no deciden
entre ellos quién debe quedársela? ¿no la pueden compartir, Doña?
A eso me refiero. La clase terminó por hoy.
Quique Martín
04-10-2012
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