Hace unos días vi que David Moreno,
incansable organizador de eventos poéticos, organizaba el I Slampoetry en Valencia (en el Kaf Café, en el barrio de Benimaclet), una
modalidad de evento poético muy de moda. Decidí participar no sin
pensármelo dos veces antes. Colgué en mi tablón de facebook una reflexión de Daniel Bellón sobre el Slam y se inició un debate
acerca de cómo posicionarse respecto al Slam y en general todo evento
en que se convierta lo poético en espectáculo. Para aquellxs que
pretendemos afrontar la vida (y con ella, por supuesto, la poesía)
desde un posicionamiento anticapitalista las posturas posibles
son dos (y ninguna de ellas tiene porqué ser más válida que la
otra): la que defiende, como Bellón, que el Slam consiste en
convertir la poesía o sus alrededores en un
espectáculo más de la sociedad del espectáculo en la que vivimos
y
por tanto participar sería “integrarse en el sistema” y la que
postula, como Moreno, la posibilidad de usar
las armas del capitalismo para que neofitos de la poesía
embrutecidos por un sistema despiadado, puedan iniciarse a través de
la absorción de un formato espectacular pero con una gran capacidad
de resensibilización, siempre es mejor la palabra escuchada en
directo que la palabra televisada, y que le de a la poesía la
oportunidad de recaptar a las personas y acabar con el juanramoniano
"a la minoría siempre" a través de la participación y
la creación común, que les lleve a indagar en otros poetas que no
participan del slam, a leerlos y escucharlos, a cultivarse ellos
mismos como poetas.
Lo
cierto es que al participar descubrí algunas cosas que me
sorprendieron positivamente. 1- La cantidad de público asistente, el bar
estaba hasta los topes. 2- El público no era, en este “recital”
como sí suele pasar en la mayoría, un sujeto pasivo sino que al
votar cada poema, participaba activamente en el evento. Esto hacía
que la gente se tomase en serio el asunto y no a jauja. Pero claro,
sigo viendo lo malo del asunto. 1- La poesía no debería ser
competición sino encuentro, un acto de compartir. 2- Puede pasar que
los slamers (así se llama a los participantes) preparen sus textos
no pensando en la calidad del poema sino en agradar y contentar al
público (es decir, escribir con el objetivo explícito de competir).
Yo lo tengo bien claro: no quiero ser un slamer, prefiero llamarme
poeta (aunque esta palabra tampoco me convence). Por eso aunque David
ayer me animó a participar en el Slam del próximo mes (al que tengo
acceso directo por haber ganado el I Slam de Valencia) he decidido no
hacerlo. Trataré de explicarlo de otra forma: una cosa es que
Sánchez Gordillo acuda al plató de Telecinco para intentar dar su
punto de vista en un espacio donde no suele tener cabida un discurso
como el suyo, y otra cosa muy diferente sería que Gordillo se
convirtiese en tertuliano habitual de los platós de la cadena
mencionada. Tal y como escribe el colectivo La Palabra Itinerante en
su poética “una aproximación a la poesía en resistencia”,
¿Cómo
desarrollar proyectos de acción, difusión y realización de poesía
en resistencia y hacerlas conciliar con unas estructuras sociales y
culturales profundamente penetradas, contaminadas, por poderes y
discursos desactivantes, paralizantes, pacificadores, vaciadores de
sentido? El método más común entre los poetas en resistencia es el
de la guerrilla: incursiones rápidas en territorio hostil para
cubrir los objetivos, y luego regresar a terreno seguro. Como decía
un músico de jazz: Llega, toca, lárgate. Se trata de usar el
Espectáculo tratando de inyectar vida y negaciones en el vaciado de
discurso que le es propio sin instalarse en su lógica.
2 avisos desde la frontera:
entiendo, y comparto, Jorge, ánimo!
Seguimos hablando. Estoy preparando un artículo con mis reflexiones que, en parte, se parecen a las tuyas e intento abrir la conversación para que dialoguemos en voz alta.
Un abrazo.
Publicar un comentario