A raíz de la primera
Slam Poetry en Valencia celebrada el sábado pasado, día 30, se han
generado una serie de discusiones, reflexiones y replanteamientos
acerca de la utilidad de la poesía, los espacios donde debe
manifestarse y cómo pone en juego las relaciones entre las personas.
Con estos pequeños apuntes voy a tratar de expresarme, de la mejor
manera posible, sobre lo que saqué en claro -es decir, todo
interrogantes- de la experiencia del sábado, donde participé como
público (no-votante, todo hay que decirlo).
La discusión, a mi modo
de ver, se articula en la cuestión de la Slam, pero tiene que ver
con problemas más “profundos”, es decir, ésos problemas que
siempre andamos planteándonos aquellxs (y genero un plural inclusivo
para todo aquél que quiera adherirse) que estamos convencidos que el
acto de escritura, el acto poético, es una praxis
vital, y como tal, vertebra una serie de estructuras y relaciones
discursivas, que afectan directamente a su significación en los
acontecimientos reales
que ocurren, como todas las demás manifestaciones humanas. Estos
problemas son varios, y a medida que se plantean cuestiones y se
discuten, surgen infinitos problemas más. Pero, en cambio, me siento
con la fuerza suficiente para poder enunciar una pregunta que
englobaría ésta preocupación: ¿qué se le debe pedir a la poesía
en los tiempos que corren?
Desde
luego, como otros bloggerxs han indicado, no una asociación entre
Competición y Poesía
(http://elgritocapicua.blogspot.com.es/2013/03/para-que-sirve-la-poesia-reflexiones.html
); que para esto ya están las estructuras del poder, la
productividad y el Ministerio de Competitividad. Desde hace tiempo,
se viene apostando, desde los círculos críticos que entienden que
la poesía debe dar cuenta de la realidad social y contemporánea, y
no limitarse a un ejercicio de (auto)complacencia, la poesía-del-ego
(que se enfada cuando no entiende que su poesía también es un hacer
político),
de placer individual, o una absoluta despreocupación acerca de los
usos del lenguaje en el ámbito existencial y político, se viene
apostando, digo, por lo poético en dos ejes fundamentales: (a) como
la potencia (potentia)
para crear nuevas realidades, con su base en el “encuentro” de
voces y cuerpos; (b) hacer peligrar, o desordenar
(E. Falcón, Las prácticas literarias del conflicto),
ése entramado cultural que viene impuesto desde las estructuras
socio-culturales (cuando ésta palabra da cuenta de una gran parte,
por no decir la totalidad, del fenómeno humano), es decir, la poesía
consciente del que no quiere seguir asesinando (y no sólo en el
sentido simbólico) con sus propias (¿?) palabras. Esto es, una
poesía que resista y combata; que acompañe ésos procesos sociales
y movimientos que tratan de desarticular la “naturalización” del
presente. Una poesía que camine junto con la transformación.
En
este sentido, y en este momento, me siento obligadx a ofrecer dos
apuntes. En primer lugar, con lo dicho, se hace más patente si cabe,
que el modelo “Slam” como estructura espectacular, y también
como espacio donde la gente pueda encontrar poesía, no parece del
todo valido. No es admisible en la medida en que las fuerzas de las
personas que se encuentran inmiscuidas (hasta Sebas, el propietario
del Kaf-café donde se celebró esta primera Slam valenciana -gracias
por tu tarea, compa-, coordinada por el agitador cultural, David
Moreno) no se encuentran orientadas, desde el inicio, hacia un
posible “compartir”, en su sentido más inerme y sincero, sino
hacia el “valorar” (puntuar, numerar, calificar...) y el “éxito”;
siendo esto así, incluso las estrategias de comunicación se
convierten en tácticas para la victoria. Pero, por otro lado, ocurre
que, como este mismo fin de semana se pudo comprobar, hay una poesía
“viejita y regañada”, ésa que trata de colocarse al margen de
lo establecido, que, precisamente por encontrarse al margen “de
algo”, está en contacto con ello. Y ahí está, para mí, la gran
reflexión que hay que hacerse, o que por lo menos yo me hago, a
saber: si lo que ocurrió el sábado en el Kaf, y ocurrió que ganó
la poesía libertaria, no fue más que un aguijonazo, necesario e
impetuoso. No ganaron lxs que, en teoría, mejor recitan, ni siquiera
lxs ingenuxs (que los había), o ésxs que trataron de amoldarse a la
lengua oficial del Estado (bravo por tu valor); el primer y el
segundo puesto fueron repartidos entre dos poetas clandestinos,
invisibles, en definitiva, marginales, ésxs poet(is)as que en su día
a día se plantean cómo modificar sus formas de comunicación para
no seguir el juego del poder. Es decir, para mí la gran reflexión
es si no hacen más falta ésxs poet(is)as locxs que, en sus
contradicciones más internas, tanto en su lenguaje como en su
decisión, hagan aparición en ésos formatos que andan violentando
en sus versos, para tambalear, desequilibrar y transgredir, con los
medios subjetivos de cada uno. Si no hacen falta más, para seguir
haciendo llorar a los que fueron a ganar, como si de un combate de
boxeo se tratara.
Por
último, y para cerrar esta mínima aportación al debate en curso y
a mis propios interrogantes, como toda experiencia de límites, y
tratar lo poético como un acto desobediente y marginal lo es, tiene
sus peligros. El más inquietante es la absorción, y cómo se da la
absorción: con la repetición y el continuum.
Cómo quebrar ésa fagocitación: llegar, gritar y salir.
Escaramuzas, al menos por ahora; diciendo dos cosas antes de dejaros
con mi palabrería: el Slam seguirá produciéndose, en los términos
“normales” sobre cómo se concibe, seguirá repitiendo las mismas
pautas, y, en última instancia, doy las gracias a David Moreno por
permitir esta Slam convertida en experiencia resistente y
desestabilizadora (da igual si intencionadamente o no), ojalá hayan
más de ése calado. Y NOSOTRXS creo
que no podemos perder de vista, lo aquí advertido, que una Slam es
territorio hostil, pero que podemos ir descolonizando, que es bien
diferente a instituirlo.
Q.
1 avisos desde la frontera:
Gracias por colaborar al debate.
Un abrazo.
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