(A Víktor Gómez)
Nadie aprendió a llorar en los cuarteles de infantería,
sepultaron
las matanzas bajo el hueco de la gloria,
y
de todas formas
plantean las fronteras como una bala en los almendros,
como
un escalofrío en el mes de la carne.
Creyeron en el llanto,
en atravesar la cordura con los límites del uniforme,
en el tiempo
que dura la muerte, en el periodo del servicio
militar
obli
ga
to
rio.
Cuentan con los dedos las costillas,
la espuma de los contratos a tiempo parcial, los rifles prestados al silencio.
Las trincheras.
Unifican el dolor
con el invierno en los campos de trigo.
Vigilaron qué maldita
tapia envejecer con la sombra -la mujer
atravesada en la puerta-,
en qué genital apuntar
en qué brazo morder
para que
el calor
emita
cada vez más
despacio
la vida
que guardarán
en
la tierra.
Nadie aprendió a llorar en wall street.
Enrique Martín
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Hace 2 horas
1 avisos desde la frontera:
Gracias, Enrike, me lo llevo a mi alacena doméstica. Lo reeleré, que es poema para hundirse hasta el hueso.
Un abrazo
Viktor
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